Radicalización Global: ¿Por Qué Izquierda y Derecha Se Extremizan
- efectoparallax5
- hace 23 horas
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En un año marcado por elecciones récord y crisis multifacéticas, los gobiernos de izquierda y derecha parecen haber abandonado el centro político para abrazar posiciones más radicales. Desde el ascenso de la ultraderecha en Europa hasta el endurecimiento de políticas progresistas en América Latina, la polarización no es solo un fenómeno electoral: es una respuesta visceral a un mundo en ebullición.
¿Qué está pasando? Analistas apuntan a un cóctel explosivo de desigualdad económica post-pandemia, migración masiva, guerras geopolíticas y desconfianza en las instituciones democráticas.
Pero, ¿hasta dónde llega esta deriva? Y, sobre todo, ¿qué detalles emergen de esta marea radical que amenaza con erosionar la democracia liberal?
Las Causas Profundas: Un Mundo en Crisis que Alimenta los Extremos
La radicalización no es exclusiva de un bando.
Según expertos como el politólogo Farid Kahhat, la derecha ve a la izquierda no como un rival legítimo, sino como un "enemigo existencial" que amenaza la propiedad privada y los valores tradicionales.
Esto se agrava por el resurgimiento de un sentimiento anticomunista post-Guerra Fría, amplificado por fracasos de gobiernos izquierdistas en Venezuela y Nicaragua, que han generado percepciones de autoritarismo.
Por el otro lado, la izquierda radicaliza su discurso en respuesta al avance conservador, adoptando posturas más agresivas en temas como el feminismo y el ambientalismo para contrarrestar lo que ven como un retroceso neoliberal. En Europa, el "cordon sanitaire" contra la extrema derecha se ha derrumbado: siete países de la UE (Croacia, República Checa, Finlandia, Hungría, Italia, Países Bajos y Eslovaquia) tienen partidos far-right en el gobierno o como aliados clave.
Líderes como Giorgia Meloni en Italia o Geert Wilders en Holanda promueven políticas nativistas radicales contra la inmigración y la globalización, inspirados en un rechazo cultural a la multiculturalidad.
Este giro se alimenta de la desconexión entre élites europeas y ciudadanos: el 2024 vio un "año de elecciones" donde la far-right ganó terreno en el Parlamento Europeo, forzando coaliciones con centroderecha que normalizan sus agendas.
En América Latina, el péndulo oscila con furia. Mientras gobiernos de izquierda como los de México (Claudia Sheinbaum) o Brasil (Lula) endurecen su enfoque en equidad de género y redistribución –con consignas como "Es tiempo de mujeres"–, la derecha responde con rebeldías libertarias. Javier Milei en Argentina, alineado simbólicamente con Donald Trump, ha radicalizado su ajuste fiscal, reduciendo la inflación del 25% al 2.7% pero a costa de protestas masivas por desigualdad.
El regreso de Trump en EE.UU. actúa como catalizador: su retórica antiinmigrante y proteccionista inspira "imitadores" en la región, como en Colombia o Ecuador, donde elecciones de 2025 podrían ver un auge de movimientos libertarios extremos.
Globalmente, la pandemia y la inflación han erosionado la fe en el establishment.
Un informe de Vision of Humanity destaca cómo el descontento con sistemas tradicionales impulsa a votantes hacia alternativas radicales, tanto populistas de derecha (anti-globalización) como de izquierda (anti-capitalistas).
En 2025, esto se traduce en violencia: por primera vez en 30 años, el terrorismo de izquierda (anti-gobierno y partisano) supera al de derecha en EE.UU., con 5 incidentes vs. 1 en el primer semestre, motivados por frustración con políticas como las deportaciones masivas de Trump.
En Europa, la far-right se expande vía redes transnacionales, con Budapest como "meca ultraderechista" bajo Viktor Orbán, quien desafía leyes UE para priorizar soberanía nacional.
Detalles que Surgen: El Efecto Dominó y sus Consecuencias
Un detalle clave que emerge es la "retroalimentación mutua" entre extremos: el radicalismo de Trump permite a Milei avanzar más, y viceversa, creando un ciclo vicioso que erosiona contrapesos democráticos.
En la UE, la far-right ya es la mayor fuerza de derechas en una década, con partidos mainstream adoptando sus temas para "cannibalizar" votos, lo que acelera la fragmentación.
Para la izquierda, el desgaste del poder –contradicciones en derechos humanos y extractivismo– ha distanciado a bases populares, forzando respuestas más ideológicas.
Otro aspecto preocupante: el auge de la violencia política. En 2025, el 35% de eventos violentos en EE.UU. atacan instalaciones gubernamentales, duplicando el 2024, con izquierda enfocada en inmigración y derecha en "crimen y aborto"
En Latinoamérica, protestas en Argentina y Perú por corrupción e inequidad han llevado a pérdidas de fe en partidos tradicionales, pavimentando el camino para outsiders radicales.
¿Hacia Dónde Vamos? Un Llamado a la Resiliencia Democrática
Esta radicalización no es inevitable, pero requiere acción. Analistas como Soledad Buendía urgen a la izquierda a "radicalizar sin neutralidad falsa", politizando desde lo local para ofrecer alternativas esperanzadoras.
En Europa, la moderación post-poder –como Meloni en Italia– muestra que los extremos pueden diluirse al gobernar, pero solo si instituciones democráticas resisten.
Para 2025, con elecciones en Ecuador, Bolivia, Chile y Honduras, el péndulo podría inclinarse más, pero la clave está en recuperar el centro: diálogo, no demonización.
En resumen, los gobiernos se radicalizan porque la crisis global –económica, migratoria y existencial– ha hecho del "nosotros vs. ellos" una estrategia ganadora. Pero este detalle surge claro: la democracia liberal resiste si sus defensores la rearman con visión inclusiva. ¿El 2026 traerá moderación o más caos? El mundo observa.





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