El Nobel ignora a Trump: La victoria de Machado resalta la brecha entre lobby político y coraje genuino por la paz
- efectoparallax5
- 12 oct
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– En un año marcado por tensiones globales y expectativas políticas, el Comité Noruego del Nobel ha optado por premiar la tenacidad de una activista en la sombra de una dictadura, en lugar de coronar al presidente de la superpotencia que más ha buscado tener el galardón.
El 10 de octubre, María Corina Machado, la líder opositora venezolana conocida como la "Dama de Hierro" de su país, recibió el Premio Nobel de la Paz 2025 por su "trabajo incansable promoviendo los derechos democráticos del pueblo venezolano y su lucha por lograr una transición justa y pacífica de la dictadura a la democracia".
Esta decisión, que sorprendió a pocos pero enfureció a muchos en Washington, deja a Donald Trump –quien se jactaba de merecerlo "cuatro o cinco veces"– fuera del podio una vez más, resaltando las profundas diferencias en los criterios del Nobel: no se trata de poder o ruido mediático, sino de coraje civil, multilateralismo y avances genuinos hacia la fraternidad entre naciones.
El Premio Nobel de la Paz, establecido en el testamento de Alfred Nobel en 1895 y entregado anualmente desde 1901 por el Comité Noruego (cinco exparlamentarios designados por el Parlamento de Noruega), busca honrar a quienes "hayan hecho el mayor o mejor trabajo por la fraternidad entre las naciones, por la abolición o reducción de ejércitos permanentes y por la celebración de los congresos de paz".
A lo largo de su historia, ha galardonado a 110 individuos y 26 organizaciones, desde Theodore Roosevelt en 1906 por mediar en la guerra ruso-japonesa hasta Malala Yousafzai en 2014 por su defensa de la educación de las niñas.
Cuatro presidentes estadounidenses lo han recibido:
Woodrow Wilson (1919) por fundar la Liga de las Naciones; Jimmy Carter (2002) por décadas de resolución de conflictos; Barack Obama (2009) por su diplomacia multilateral temprana; y Theodore Roosevelt, mencionado arriba.
Sin embargo, el premio ha evitado a figuras controvertidas que priorizan el unilateralismo o la retórica belicosa, como se evidencia en rechazos históricos a nominados como Adolf Hitler (satíricamente propuesto en 1939) o Joseph Stalin (varias veces).
María Corina Machado, de 56 años, ingeniera industrial y fundadora del partido opositor Vente Venezuela, encarna los ideales nobelianos con precisión quirúrgica.
Elegida diputada en 2010 con un récord de votos, fue expulsada en 2014 por el régimen de Hugo Chávez y Nicolás Maduro por denunciar la corrupción y la represión.
Desde entonces, ha unificado la fragmentada oposición venezolana, liderando la coalición Soy Venezuela y movilizando protestas masivas en 2017 y 2024 contra el fraude electoral que perpetuó a Maduro en el poder. Inhabilitada por tribunales controlados por el chavismo para postularse a la presidencia en 2024, Machado ganó las primarias opositoras con el 92% de los votos y respaldó a Edmundo González Urrutia, quien según observadores independientes como la OEA ganó las elecciones de julio de 2024 con el 67% frente al 30% de Maduro.
Bajo amenaza constante –vive en la clandestinidad, con una orden de arresto por "conspiración"–, ha promovido la no violencia, el diálogo internacional y la transición pacífica, resistiendo la militarización de la sociedad venezolana que ha dejado más de 7 millones de exiliados y una crisis humanitaria con 96.000 muertes por desnutrición y falta de medicinas desde 2013, según la ONU.
El Comité, presidido por Jørgen Watne Frydnes, elogió a Machado como "una campeona valiente y comprometida de la paz, una mujer que mantiene la llama de la democracia ardiendo en medio de una oscuridad creciente".
Cumple los tres criterios del testamento de Nobel: ha unido a la oposición (fraternidad interna), resistido la militarización (reducción de ejércitos) y abogato por transiciones pacíficas vía congresos internacionales como la Carta Democrática Interamericana.
Es la primera venezolana y la sexta latinoamericana en ganar (tras Rigoberta Menchú, Óscar Arias, etc.), y su premio llega en un contexto de retroceso democrático global: según Freedom House, 52 países han visto declives en libertades desde 2020, con Venezuela como epicentro de autoritarismo.
Machado, al conocer la noticia vía llamada del director del Instituto Nobel, Kristian Berg Harpviken, rompió en llanto: "No tengo palabras". En X, dedicó el premio "al pueblo sufriente de Venezuela y al presidente Trump por su decisivo apoyo a nuestra causa", agradeciendo su presión diplomática contra Maduro, que incluyó sanciones renovadas en febrero de 2025 y amenazas de intervención militar.
Sin embargo, su asistencia a la ceremonia del 10 de diciembre en Oslo es incierta, uniéndose potencialmente a laureados como Aung San Suu Kyi (1991) o Lech Wałęsa (1983) que no pudieron asistir por represión estatal.En contraste, la ausencia de Trump en la lista de ganadores –pese a nominaciones de aliados como el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu (por los Acuerdos de Abraham de 2020) y legisladores republicanos– subraya por qué el Nobel prioriza la integridad sobre el espectáculo.
Trump, en su segundo mandato desde enero de 2025, ha reivindicado el premio públicamente: en la ONU en septiembre, afirmó haber "detenido siete guerras" (incluyendo un alto el fuego en Gaza esta semana vía su plan de 20 puntos, que incluye fases de cese de hostilidades y liberación de rehenes).
Nominado formalmente en febrero por Rubio y Waltz (embajador en la ONU), su campaña incluyó lobby a líderes como Zelensky (quien lo apoyó condicionado a misiles) y Putin (quien lo elogió por "resolver crisis complejas"). Sin embargo, expertos como Nina Græger del Instituto de Investigación para la Paz de Oslo (PRIO) y el historiador Asle Sveen coinciden:
Trump "no tenía ninguna posibilidad".
Razones clave:
Desprecio por el multilateralismo: Su "America First" desmanteló instituciones como la USAID (bajo Elon Musk en febrero de 2025), ignoró el cambio climático (retirada del Acuerdo de París renovada) y promovió aranceles que tensionaron alianzas, opuesto a la "fraternidad entre naciones" de Nobel.
Lobby excesivo y falta de humildad: El Comité valora la discreción; nominaciones se revelan solo tras 50 años. Los alardes de Trump –"Lo merezco más que nadie vivo"– y reacciones de su administración ("El Comité priorizó política sobre paz", tuiteó Steven Cheung) evocan rechazos pasados a figuras egocéntricas.
Legado controvertido: Mientras Obama ganó en 2009 por "esfuerzos extraordinarios en diplomacia", los Acuerdos de Abraham de Trump normalizaron lazos árabe-israelíes pero ignoraron a palestinos, exacerbando divisiones. Su plan Gaza, aunque avanza un cese de fuego, es visto como unilateral y condicionado a concesiones territoriales, no como "congresos de paz" inclusivos.
Criterios de paz genuina: El Nobel premia coraje civil (como Machado) sobre poder ejecutivo. Historiadores como Øivind Stenersen notan que el "arte del acuerdo" de Trump es transaccional, no transformador, y su retórica belicosa (amenazas a Venezuela) choca con la abolición de ejércitos.
La reacción de Trump fue ambigua: felicitó a Machado por teléfono ("Merece el premio") pero resharió su dedicatoria en Truth Social, mientras su yerno Lara Trump lo llamó "víctima de Trump Derangement Syndrome".
En EE. UU., demócratas como Obama la felicitaron ("Lucha valiente"), y en Venezuela, medios estatales la ignoraron o la tildaron de "golpista".
Críticos como CAIR condenaron indirectamente por sus lazos con la derecha europea (Geert Wilders, Marine Le Pen), urgiendo premios a activistas anti-Gaza. Vladimir Putin ironizó: "Hay casos donde dan el Nobel a quien no ha hecho nada por la paz".
El Nobel de Machado no solo ilumina la crisis venezolana –con protestas postelectorales dejando 27 muertos en 2024–, sino que envía un mensaje global: la paz nace de la democracia de base, no de cumbres presidenciales.
Para Trump, queda la chance de 2026 si su plan Gaza fructifica, pero como dijo el chair Frydnes: "Los laureados tienen coraje e integridad". Mientras Machado sueña con una Venezuela libre, el mundo se pregunta si el Nobel algún día premiará el "deal" o solo la resistencia inquebrantable.
La ceremonia de diciembre será un recordatorio: la paz no se negocia en torres de marfil, sino en las calles de la opresión





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